Un conflicto armado es siempre una tragedia para el ser humano, la confirmación de que no hemos sabido ponernos de acuerdo y hemos llegado a un punto de entendimiento imposible, en el que preferimos matarnos a negociar. Es el reflejo de toda la oscuridad y el terror que el hombre es capaz de llevar a cabo contra sus propios congéneres, en busca de poder, e imponer sus ideas, de afianzar su posición… Por desgracia, las guerras han existido desde que el hombre es hombre, y han tenido numerosas causas diferentes, desde raciales hasta económicas, religiosas y políticas. La situación, pese a todo, sigue siendo igual hoy por hoy, y los conflictos armados se siguen produciendo en países de África pero también en algunos rincones de Oriento Próximo e incluso en Europa. El siglo XX fue especialmente duro en este tipo de conflictos, hasta el punto de tener lugar, en su primera mitad, dos Guerras Mundiales que siguen suponiendo hoy en día una gran vergüenza para toda especia, algo que jamás se debería repetir.
Las Guerras Mundiales que tuvieron lugar en Europa en la primera parte del siglo XX supusieron el fin de una era y el principio de otra. Como ocurrió previamente en otras transiciones modernas, había gente poderosa que no quería dejar su posición preponderante, frente a nuevas facciones que querían imponer un nuevo orden. Esto generó conflictos desde el siglo XIX entre las grandes potencias europeas, que cristalizaron primero en la Gran Guerra, entre 1914 y 1917, y posteriormente en la Segunda Guerra Mundial, donde ya intervinieron otras naciones no europeas, como Estados Unidos y Japón. En este artículo queremos ir al origen de ambos conflictos para conocer más sobre sus causas y entender qué es lo que llevó a tantos hombres a la guerra en aquel periodo tan convulso de la historia europea.
A principios del siglo XX, Europa era regida por grandes potencias que, además, solían tener todavía muchas colonias repartidas por medio mundo. España y Portugal ya lo habían perdido casi todo, pero Reino Unido, Alemania, Francia y Rusia todavía mantenían esa presencia tan importante, y no estaban dispuestas a perderla. La Triple Alianza, formada por Reino Unido, Francia y Rusia, mantenía buenas relaciones y una cordialidad supeditada a ayudarse en ciertos momentos. Por su parte, Alemania, el Imperio Austro-Húngaro e Italia conformaban también su propia alianza secreta, la de las Potencias Centrales, surgida como método de supervivencia frente a la desconfianza que les generaba la otra gran alianza europea. Dicha desconfianza se hacía patente en las relaciones entre los países “enemigos”, que luchaban por imponerse unos a otros.
Sin embargo, todo saltó por los aires en 1914 cuando un nacionalista serbio mató al archidque Francisco Fernando, el heredero al trono de su imperio, mientras el noble visitaba la ciudad de Sarajevo, actualmente en Bosnia. Aquel suceso provocó que Alemania, aliada del imperio, señalase directamente a Serbia como culpable del ataque. El país balcánico estaba a su vez aliado con Rusia, que no dudó en protegerle en cuanto Alemania le acusó. Este movimiento provocó que los germanos declarasen la guerra a los rusos, ya que había sido como la chispa que había hecho estallar absolutamente toda la tensión que estaba acumulada en el continente. Un mes después, Europa entera estaba en guerra, un conflicto que duró tres años y que dejó secuelas importantes en el continente.
Las causas de la Segunda Guerra Mundial son muy diferentes a las de la Gran Guerra, y sin embargo, se relacionan directamente con ellas, puesto que de las secuelas de aquel primer conflicto surgieron las amenazas que dieron lugar, durante los años 30, al siguiente. La llegada al poder del partido Nazi en Alemania, comandado por Adolf Hitler y con una visión supremacista muy particular, dio el pistoletazo de salida a los prolegómenos del conflicto. Mientras Europa vivía sus propias guerras internas, como la Guerra Civil en España, el Nazismo se hacía fuerte en el centro del continente, y contaba con el apoyo del fascismo de Benito Musolinni en Italia. Aquella situación se hacía cada vez más insostenible para las otras grandes potencias europeas, Francia y Reino Unido, que todavía tenían fresca la resaca del primer conflicto.
Fue el 1 de septiembre de 1939 cuando todo estalló por los aires. Ese día, cuando Hitler decidió invadir Polonia como ya había hecho con Austria poco antes, Francia y Reino Unido que no podían seguir dejando a Hitler campar a sus anchas por Europa, ya que el ejército nazi aspiraba a conquistar muchos más territorios, y la integridad del continente corría peligro. La declaración de guerra se produjo ese mismo 1 de septiembre, y el conflicto se recrudeció durante años por la toma de buena parte de Francia por parte de los Nazis. La entrada de Estados Unidos en la Guerra se produjo también por la colaboración con sus aliados europeos. El caldo de cultivo para este segundo gran conflicto se había fraguado en el complejo periodo de entreguerras en Europa, y la situación no tardó en estallar.
Por desgracia, las dos guerras mundiales no han sido, ni mucho menos, los únicos conflictos armados y militares que se han vivido en el último siglo. Todavía hoy en día sigue habían conflictos armados, basados en la supremacía racial o religiosa, en muchas zonas de África y Asia. Hay países comandados por dictadores con fuerza militar, que buscar mantener el poder a toda costa, provocando también guerras civiles que desangran países enteros. Los nacionalismos también han tenido un gran protagonismo en algunos conflictos armados del último siglo, como sucedió en la Guerra de los Balcanes, hace tan solo 30 años, en una Europa ya moderna y aparentemente alejada de todo este tipo de conflictos armados. La guerra, por desgracia, parece esperar a la vuelta de la esquina, reuniendo la yesca para que la más mínima chispa la haga arder por completo.
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